Cuando bajé del ómnibus, con sed, el afiche no me llamó la atención. Lo miré al pasar, pero no lo vi. Como dicen que decían en el campo, el paisano tiene dos tiempos. Así que me tomé la Paso de los Toros, y entonces di un respingo y volví a mirar para atrás. Debe ser cosas de este pueblo, me dije. Nadie ha de dar mucha bola, así es el Sur. Pero igual pregunté. El mozo, sonriendo con algo de sorna, me dijo: -Son cosas de Pardal. -¿Qué Pardal? -pregunté. -Pardal Gómez, el inventor -me dijo, como si yo que soy de afuera tuviera que saber-. Vea, hay gente que fue y dice que es cierto. Ha de ser pero yo no me meto en la carpa ni aunque me paguen. -¿Qué carpa? -La carpa de Pardal -me dijo, y se fue a atender otra mesa. Yo tenía que seguir preguntando porque la empresa me mandó sin información para abrir el mercado. Correteo pilchas Pierre Dupie, remeras con la Cruz de Lorena aunque los fabricantes son coreanos. En este negocio no es cuestión de caer así nomás, a la primer boutique, y abrir la valijita, mostrar. Al fin el mozo volvió y me dijo, no hizo falta tirarle de la lengua: -Vaya a “Pituco`s” y pregúntele de mi parte al Churri Molinaro, que ahora anda fabricando trajes cruzados y a rayas… -¿Y quién se va a poner eso? -le dije.
-¿Qué quién? Usted va a ver mucha gente peinada a la
gomina y vestida así, en el centro del pueblo. De no, no pueden entrar a la
carpa… El Churri se asoció con Pardal… -¿Para qué? El mozo se me fue de zopetón
y sin contestar. -¡Eh! -le grité- ¿Dónde queda eso? -¿Qué eso? -La fábrica de
Molinaro. -Vea -me mostró -, métale derecho por acá, y a cinco o seis cuadras
va a ver un cartel que dice: “Molinaro`s made”. Ahí pregunta. Salí caminado. Me
manejo con poco viático. Por suerte la valija casi no pesa. Había carteles por
todos lados, me refiero a los de Gardel Razzano, medio despegados, y también
otros, que anunciaban Juan Moreira. Ya me andaba preguntando si este pueblo
atrasaba tanto cuando en la oficina de Molinaro, tipo tranquilo y muy amable,
como un duque, fuera de lugar en este mundo, el empresario empezó a hablar:
-¿Atrasando? Para nada, estamos prosperando para atrás, para antes, que no es
lo mismo. Incrementamos la producción en un 89 por cierto. Y eso se lo debemos
a Pardal Gómez. -Lo que puede un individuo... -dije. En realidad, pensé en voz
alta. -Dos individuos -dijo Molinaro, clavándose el índice en el esternón–, no
se olvide de que un invento no sirve para nada sin producción y
comercialización. ¿Qué es la Coca Cola? -Un remedio -dije por decir. -Una
mierda -dijo. ¿Qué tal si almorzamos? ¿O quiere tomarse antes un aperitivo?
Vamos al mejor lugar de la ciudad, vamos. Se prendió el saco, se pasó el peine,
y salimos. Cuando encontramos una mesa en “Hugo`s food” y el maitre nos puso
las sillas y por poco nos cepilla, el empresario me miró fijo un rato y se puso
a hablar. “Algo se trae”, pensé. -No se preocupe. ¿Chirom me dijo que se
llamaba? No se preocupe, Chirom. No se venden más remeras en la zona, así que
usted no está perdiendo el tiempo tomando unos vermuses… Acá no lo perdemos
-dijo, y se rió un poco. Para nada. Yo ando necesitando un vendedor de
experiencia, que conozca la Capital. Antes de Pierre Dupie ¿para quién
trabajaba? Ah, ¿usted es ingeniero? Ahora entiendo su curiosidad por la máquina
de Pardal… él ya debe estar por venir. No, no.
Gardel Razzano no es ninguna imitación, no -dijo, un
poco ofendido-. Todo auténtico. Hoy es la primera función de la gira del 28 en
el Cervantes. ¿Un chablis bien helado? -¡Qué vino! -dije, paladeando. -Vea,
Chirom, me tomé la libertad de invitar a Pardal Gómez, ya que como usted es
ingeniero creo que se van a entender. Viene tarde porque está con Margot
-agregó-. ¡Salud! ¡Por los negocios! Comimos salmón con roquefort y nos tomamos
otra botella. Pardal cayó a los postres, acompañado. Empezó a comer al revés,
por el flan con crema. Mientras tanto, exponía su teoría, dibujando diagramas
sobre el mantel. Después de la explicación, que cambió todo lo que sabía sobre
física, quedé más bien confundido. Pardal miró el reloj que tenía en la mano
derecha. Se puso nervioso y miró también el reloj de la izquierda. Comió el
jamón con melón, que para él era el postre, apurado. Mientras tanto miraba los
dos relojes. En el de la izquierda, el común, las agujas marcaban la 1 y 16. En
el de la derecha, que tenía las veinticuatro horas, casi la medianoche. “Ha de
ser la Cenicienta”, pensé y le miré a Margot los zapatitos. Eran de charol,
bastante ajados, como pisoteados en el subte. Era muy linda, parda. Se fueron a
las corridas pero no me llamó la atención. Tomé otro trago y pensé: “Que este
pueblo me resulte rarón debe ser por vivir tantos años en la Capital. Yo soy
oriundo de Ramallo, y sueño tantas veces con el río y los cantos de los pájaros
al clarear. En las pesadillas, oigo el barullo de las cotorras. Supe cazarlas
de pibe, con pega-pega.” -Qué nervioso este Pardal -le comenté a Molinaro.
Tranquilo, el empresario empinó la copa y después me dijo, como al pasar:
-¿Sabe que tiene 35 años? -¡Parece de 60 con ese pelo blanco! -Ayer era
morocho… pero viajó como cinco veces en el día y volvió así. Haciendo los
cálculos que me habían enseñado, comenté: -No se debe poder… -¡No me venga con
ecuaciones! Ya tengo bastante con Pardal -me dijo Molinaro-. Yo también estudié,
¿sabe? Pero en el 66 me sacaron a bastonazos. Cuando se me fue el aturdimiento,
tomé una decisión: “Guita, en este país lo único que se puede hacer es guita”.
-Yo me conseguí un trabajo en Segba, para empezar. Me miró de arriba abajo y no
dijo nada. Al rato sacó el tema: -Vea, Chirom, vamos a poner de moda el funyi.
-Y con los espectáculos, ¿qué va a hacer? -¡Ah! ¡No! Se los vamos a dejar a
Pardal. A él se le ocurrió, cuando andaba desesperado. -¿Desesperado por qué?
-Lo apretaban de la financiera, ¿sabe? La máquina la fue haciendo él, con unos
pibes, en el taller, juntando válvulas y condensadores. Basura tecnológica.
Pero al fin tuvo que pedir crédito para comprar un osciloscopio. De no, se le
desfasaba la tecnología. Doce mil dólares que con el tiempo se le hicieron
noventa mil. ¿Y de dónde iba a sacar la plata? -se calló un rato y me miró
fijo. Después agregó: -Usté ve esto muy tranquilo, ¿no? Saludadora la gente.
Pero cuando se trata de guita, entran a tallar los hermanos Montejo. Que son de
una familia muy recaudadora. -¿Y qué pasó? -Déjeme hablar, hombre. Vino a la
fábrica Pardal, lívido a pedirme consejo. De regalo me trajo un gliptodonte,
que en un solo día me comió todo el jardín. ¡Si será desubicado! “Pardal,
Pardal -le dije-, tranquilizate. Tranquilizate y vamos a tomar algo a “Hugo`s”.
“¿Y si van los Montejo?” -me dijo. “No seas cagón. Estás conmigo.” Y ahí, en la
barra, le dije: “¿Vos hiciste la máquina por joder? Se le puede sacar plata,
melón. Es única. Y con la plata te salvás de los Montejo. Yo no tengo efectivo,
pero por unos días te los paro con unos checonatos. Dejámelos a mí; pero no
tenés más de una semana”. -Pero ¿qué iba a hacer con la máquina? -le dije.
Molinaro me interrumpió: -No le quepa duda de que es muy inteligente. Muy inteligente
para hacerla, pero un salame para usarla, para sacarle jugo… -¿No se le ocurrió
comprar unos dólares?... -Sí, el negocio es comprar dólares y volver en el día,
venderlos más caros hoy y regresar a comprar más. Y así, en un ir y venir, del
día más barato para comprar al día más caro para vender… una y otra vez. Mire,
con la máquina se podría dominar el mundo. -¡Fantástico! ¡La bicicleta de
Minkowski!
-No sé, no lo conozco al ruso ese. Pero al final el
truco financiero no anduvo… tantos viajes producen un desgaste. Inesperado. -¿Y
usté no se podía prender en dos o tres idas y vueltas? Así no deben ser
peligrosas… -Mire, hace unos diez años que lo vengo bancando a Pardal y lo
tengo bien junado. Es un amigo, desde ya. De comer le doy, no le va a faltar.
Pero que él haga su negocio y yo el mío. Nunca se sabe con lo que va a salir.
Pero los que estamos en la producción hacemos equilibrio en un pelo. Pero él
viene y te dice, con esa cancha que tiene para mangar: “Con menos de mil no
puedo, de no son muchos viajes.” “Y, hacelos”, le dije. “Mirá Negro, no se
puede abusar.” Me sacó la pluma fuente y me hizo vertiginosamente unos
cálculos. Y al ver los números se quedó paralizado, como le pasa a veces a los
gatos, y mirando vaya a saber qué. “Qué pasa” le pregunté. “Mirá, hay algo que
todavía no entiendo, no me da. En matemática se diría que no converge. “Hablá
en cristiano, che. “…debe ser por el frío. “Qué frío. “Cómo te lo explico… un
viaje en el Tiempo es un viaje en el Espacio… pero uno no viaja entero, viaja
desparramado en partículas… uno es… como una cooperativa, por eso se desparrama
y se vuelve a juntar… ya en otra época. “Para mí es chino. “Imaginate que tenés
un espejo enfrente y no te ves, porque viajás más rápido que la luz. Pero el
asunto, según esto -me mostró la servilleta llena de signos- tiene dos
soluciones…” “Dos soluciones son un problema, le dije –agregó el empresario.
“Entonces Pardal se quedó pensando. Enseguida afirmó: “¡Flor de problema si se
da A y no B! “Decime -le dije-. ¿Cuántas veces fuiste, no te estarás pasando?
“Fui un montón de veces. “Tenés un ojo violeta, che… El otro está bien. “Si
fuera eso solo… -me dijo-. Tenía una cara el pobre…” Yo no podía opinar del
tema porque las teorías de Pardal superaban todo lo que yo sabía. Pero de algún
modo Molinaro, con sus maneras campechanas, había entendido que si su amigo
había abusado estaba en peligro, un peligro misterioso.
Hoy Dúo Gardel Razzano
Hoy 36 australes No traiga ropa de nylon
Frente a la carpa se leía el cartel que había
aumentado de precio desde la mañana de mi llegada. Pero nosotros no íbamos a
pagar la entrada. -Vea, Chirom, un viaje solo no nos va a hacer nada, ¿no?...
Lo esperamos a Pardal Gómez en la entrada, para pasar gratis. Frío, lo que se
dice frío, se siente. Me pareció entrever un sol verdoso y helado. No sé cómo
pudo ser eso, ya que estábamos desparramados y disparados a esa velocidad de
locos. Pero la memoria es un misterio y capaz que también inventa. Nos quedamos
tiritando en la puerta del teatro. Fuimos los primeros en entrar porque nos
introdujo Pardal Gómez, que parecía reinar en ese ambiente. Lo que es tener
relaciones. Más de cien no pudieron entrar y se quedaron esperando al aire
libre. Allá, en los camarines, todos saludaban al inventor como si fuera de la
casa. Carlitos en persona le palmeaba el hombro. Yo le di la mano al cantor
pero él se sobresaltó porque estaba helada. Las voces retumbaban un poco, como
si hubiera parlantes mal ajustados. Gardel, que estaba gordo, se hacía unos
buches y escupía en una palangana. Aunque no soy lo que se dice tanguero, era
emocionante estar cerca de él. Me llamó la atención ver a Pardal afinando una
guitarra. ¿Se acuerdan de los dos guitarristas, esos que suenan a la lata en
los discos de pasta? Bueno, eran tres. Pardal en persona completaba el trío.
Con un gesto seco nos mandaron a la primera fila porque estaba por empezar. Fue
una cosa de no creer. Pardal, en la viola, era tan malo como los otros. Pero
Gardel mucho mejor en vivo. El inventor, que se había vuelto canoso y zarco,
quedaba raro en el escenario. No parecía de la época, tampoco salía en las
fotos, como se ha visto después. La parda Margot, sentada al lado mío, le
tiraba besos. Él se distraía y desafinaba de tanto mirarla. -Qué piensa de este
romance -le dije bajito a Molinaro. -¡Chist! ¡Deje escuchar canejo que esto es
único! Después, en el intervalo, me contestó:
-¿Qué pienso? Que Pardal no cambia nunca, ni
desparramando sus partículas cooperativas por el espacio-tiempo. Pero vea a
toda la gente colgada de los palcos. Ya debe haber juntado toda la guita para
los Montejo. Salvo por lo linda que era (o que será o que fue) Margot me
parecía una coqueta que lo tenía agarrado a Pardal y que lo llevaba de fandango
en fandango. ¡Él le compraba unas pilchas! Después de los bises y los aplausos,
el espectáculo terminó. Pardal se acercó y nos invitó a cenar, con champán
Pommery. A la minusha le daba todos los gustos. La plata no la gastaba, la
volanteaba. Para mí que ella lo vivía. Cuando volvimos, Molinaro y yo fuimos
los primeros en salir de la carpa y nos quedamos esperando en la entrada. -¿Qué
hacen los Montejo relojeando por ahí? -dije. -¿Adonde? -se sobresaltó Molinaro
y se fue de frente hacia los hermanos, que se perdieron entre la gente que
empezaba a salir. Molinaro volvió corriendo. Me empujó hacia la entrada y me
dijo: -¡Este boludo no pagó! -¡Hay que avisarle! -le grité. Pero fue decir eso
y estallar la molotov. Saltamos para atrás, asustados. Apenas alumbrados por el
resplandor de las llamas los vimos a los Montejo, que escapaban hacia la
oscuridad del campo trabuco en mano. El fuego se comía la carpa con ruido de
chaparrón. Había olor a goma quemada y estaban estallando los tubos. No sé en
qué momento los habrá agarrado el incendio, ligero como una pincelada. Cuando
se apagó nos fuimos a ver la chamusquina. Buscamos pero no encontramos ningún
cuerpo. Yo vi un zapatito de charol, medio quemado, cerca de lo que fue la
escotilla de la máquina. Nos quedamos pensativos un rato, oliendo a ceniza.
-Vaya a saber -dijo Molinaro, tristón. Vaya a saber si no salieron de gira con
el Mudo, si no arrancaron antes para Niú Yorc. -Capaz -le dije, mientras nos volvíamos-,
capaz que el fuego no pasó al otro lado y que desde esta noche Gardel cantó
siempre con tres guitarristas.
Jorge Di Paola, entre otras obras, escribió: La virginidad es un tigre de papel, Hernán. Poema dramático en cinco cuadros, Minga!